martes, 22 de diciembre de 2009

Este escrito hay que leerlo con un corazón abierto.















¡Tarde te he amado, Belleza siempre antigua y siempre nueva!

Y he aquí que tú estabas dentro y yo fuera. Y te buscaba fuera.

Desorientado, iba corriendo, tras esas formas de belleza que tú habías creado.

Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo cuando esas cosas me retenian lejos de ti,cuyo único ser era estar en ti.

Me llamaste, me gritaste e interrumpiste a través de mi sordera.

Brillaste, resplandeciste y acabaste con mi ceguera.

Te saboreé, y a hora tengo hambre y sed de ti.

Me tocaste, y ahora deseo tu abrazo ardientemente.

(San Agustín)